Sobre la poesía
Anna Aguilar-Amat


La poesía es un juego infinito que sirve para superar las limitaciones del lenguaje y del pensamiento convencional y consensuado. La poesía no está limitada al ámbito de lo verbal y se encuentra en todo tipo de géneros. Yo diría que es el arte de la combinatoria y el reciclaje: la habilidad de relacionar cosas que existen por separado y que juntas suman mucho más que dos, la virtud de sublimar los aspectos dolorosos de la vida en objetos estéticos que pueden transmitir belleza y energía al mismo autor y también a sus lectores. Esto no significa que la manifestación artística a menudo tiene un lado oscuro. Como diría el escritor cubano Reinaldo Arenas, “escribo para vengarme”, y así es como a menudo el poeta es de alguna forma un ser lúcidamente fracasado, lo cual lo hace tremendamente humano dentro de su presunta divinidad.


La poesía es, sin duda, el arte más pobre, el más democrático en un sentido extenso. Se construye con un material que es tan gratuito como el sudor o la saliva. Heredamos el idioma como heredamos el cuerpo, y, sea cuál sea la situación o el lugar en que nos encontremos, es posible construir unos versos. La poesía me ha llevado a vivir poéticamente, lo que significa construir una mirada, que, a veces, es humorística de tan dolora y temible, pero que, adiestrada como si fuera un animal, me salva una vez y otra del vértigo de la línea divisoria entre la maravilla y el espanto de estar viva.